Sant Jordi 2024 en Salou

A poco de instalarme en Salou,  a finales de enero, recibí un whatsapp del periodista y escritor Ángel Gómez, invitándome a la “Asociación Ôra Marítima». Ha reunido a los escritores locales y una de las primeras actividades en las que participo, es esta estupenda idea que lleva a cabo «Shopping Salou». Los escaparates literarios, independientemente de si el comercio se dedica a los libros.

Exponen mi libro en el establecimiento FERNAN’S (Fotografía y Perfumería) y en ESCOLA INNOVA. Estoy contenta, y agradecida a todas las personas y entidades que lo han hecho posible. Felicito a todos los autores por esta promoción.

Causas ajenas a mi voluntad, me impidieron estar presente en el puesto de la “Asociación Ôra Marítima» el día 23 de abril. La foto con la rosa es un detalle de mi hermano.

Lo mío con Fred

Después me acerqué a la calle Mártires, directa a la tienda de música R3, donde, tras rebuscar, encontré un doble casete de Frank Sinatra, el cantante de la tarta strudel y con cuyas canciones podía pasarme horas bailando, llevada por el swing, protagonizando escenas glamurosas con un largo vestido imaginario como los de Ginger Rogers. Lo había hecho desde niña, bailar con Fred Astaire cuando no miraba nadie, entonces, con más razón pues ya tenía tablas. De hecho, yo era una de las miles que habían sufrido el conocido “síndrome Astaire”, según se había estudiado en Estados Unidos, por el efecto que el artista causaba en las mujeres de toda clase y condición.

A este fragmento del capítulo 4 “Ciudad solitaria”, le corresponde una versión ampliada de la directora.

Mi fascinación por Fred nace con la televisión, en blanco y negro. No habría querido ser bailarina sin los musicales de finales de los años 60 y de los 70. Películas que reflejaban un estilo de vida totalmente distinto al que me tocó creciendo en Sant Martí. Coristas, cientos de ellas. Glamour y vestidos maravillosos. Canciones pegadizas. El swing. Y Fred, cuyas partenaires eran adorables, divertidas y elegantes ¿quién no querría bailar y cantar con un hombre tan galante y carismático?

En mi familia hubo afición al cine pero no al teatro, eso es descubrimiento mío, en concreto debutando como narradora de “El flautista de Hamelin”, con mi clase del Centre d’estudis Montseny en el “Centre Moral i Cultural” de Poble Nou, antes de instaurarse la E.G.B. y como bailarina de ballet en el “Casino de l’Aliança”, también de Poble Nou a los 12 años. Si en el Centre Moral i Cultural todo fue rápido y poco disfrutado, aunque se mantiene en mi mente ese micrófono puesto a mi altura, el escenario y los niños evolucionando de aquí para allá, en el Casino de l’Aliança todo se refresca a cámara lenta. Las escaleras hasta los camerinos pequeños; los trajes colgados; los palcos donde nos sentábamos a mirar a las compañeras; los ensayos, el olor de la madera y el debut.

Como he explicado alguna vez, escuchando a reputados personajes,  la tradición de bailar ballet en los países del Este, especialmente Rusia, surge de la mera ambición infantil. Llevan a las niñas, no importa de qué condición social, al teatro y quedan extasiadas ante la contemplación del éxito hecho tutú y ese maravilloso objeto de deseo y tortura; las zapatillas de punta. A esas niñas, les preguntan si quieren ser primeras bailarinas sin que sepan lo que de verdad esconde esa vocación. Ese mundo de cuento con ramos de flores, aplausos y reverencias. La dureza de los severos profesores que castigan y perdonan la vida a los principiantes sometiéndoles a un trabajo físico extenuante y hambre, en nombre de la disciplina y de la fama… todo eso atrapa. Es su objetivo. La exclusividad de ser elegida.

Bien mirado, la cuestión es elevarse, destacar del resto; sea “sur la pointe” con una tragedia romántica al uso o con los taconazos de 9 centímetros de la corista más exuberante y frívola.

A mi ya me iba bien, para empezar, ser corista, no tenia ambición de prima ballerina porque ya sabía que no iba a dedicarme al ballet clásico sobre los 16 años. Había bailado en los bolos de fiesta mayor de los pueblos con Ricardo Ardévol y en el Club Amigó. Ya me habían cautivado los encantos del Ballet Zoom con don Lurio y Raffaella Carrà, la moda del ballet moderno. No necesitaba más sacrificio, castigos estúpidos y desproporcionados por cualquier cosa, ni la aprobación ajena para decidirme a bailar profesionalmente. No tenía con quien compartir ese tesón ya que nadie de mi entorno se había aventurado.

Sola, como adulta, seguía entusiasmada con la imagen idílica que me proporcionó Fred Astaire (Gene Kelly también pero sin comparación) en un momento de máxima inspiración para aquella niña que yo había sido: ni pandillera follonera, ni centro de atención, ni destacable en nada más que las redacciones y la imaginación. Pero eso, lo de Fred, no podía ser. Lo más cercano a ese modelo de vida de artistas, era el espectáculo de variedades y la revista que me causaba mucha curiosidad pues, queráis creerlo o no, me creía capaz de encajar en un coro de veinte chicas. De encontrar mi sitio.

El síndrome Astaire, me dejó ese regusto amargo de, habiendo bailado con varios chicos en los espectáculos, no poder hacerlo con un hombre que me gustara, con quien sintiera algo parecido a lo que transmitía en la pantalla. Vamos, enamorarme bailando, idealizado seguramente. Nunca sucedió.

La impresión más grande, en el sentido de la emoción, fue mi primer baile social en una verbena de Sant Pere en Cambrils en el antiguo y derruido Pósit (qué lástima lo que han levantado allí), con mi padre y entonces mi cabeza le llegaba por encima de la cintura. Tampoco pude aprender swing, no se enseñaba. Ahora sí. En los espectáculos me he disfrazado de tantos personajes, también había que interpretar no solamente bailar, que llegado el carnaval no tenía ningún aliciente.

A principios de 1983 conocí a Ángel Amar. En realidad nos había presentado Elsa Montserrat, en 1982 en la Cúpula Venus durante el espectáculo de Christa Leem, resultó como si fuera otra primera vez. A medida me contó cosas de Estados Unidos, de Inglaterra, de Venezuela y de todos los países de Oriente Medio donde había trabajado, me di cuenta de que podía estar actuando como bailarina pero que todavía me quedaba mucho que aprender, esas historias con tanta experiencia y empaque no corrían entre camerinos. Batallitas, como las que contamos entre risas y el famoso hit de cada encuentro «¿Te acuerdas?», muchas. No hay conciertos nostálgicos para los artistas de music hall de los 70 y de los 80, como mucho alguna cena de las incansables «molineras» que son el pegamento de la memoria del Paralelo.

Todo esto viene a cuento porque durante su estancia en la televisión de Venezuela con Reny Ottolina, Ángel trabajó con un coreógrafo asistente de Hermes Pan, el coreógrafo personal de Fred Astaire. Cuando uno dice coreógrafo personal, está hablando del cómplice absoluto de la estrella, quien cuida y comparte el resultado final de una puesta en escena en el cine, y Fred especialmente no dejaba nada al azar ni una simple toma pasaba sin su revisión y la vigilancia de Hermes, por ejemplo: no quería planos parciales y menos de sus pies.

No poseo nada de valor, nada. No me gustan las joyas ni la ostentación. Jamás he ambicionado bienes materiales, he sido consecuente con mis humildes raíces. La sola idea de comprometerme para toda la vida con una casa, atarme a un territorio y una comunidad viendo pasar la vida con las mismas personas y paisajes no me ha seducido, al contrario, huyo. Tarde o temprano desaparezco del vecindario, hay algo más que me llama. Puede que sea el “gen de la exploración”, en serio. Soy nómada, me cansaré del presente otra vez. Esto no casa con lo establecido que me parece aburrido. Es lo que hay.

Atesoré discos de musicales de Broadway que van camino a casa de un amigo que los disfrutará más que yo. Me conformo con el portátil, por la facilidad creativa, teniendo en cuenta que lo que me importa sea escrito o material gráfico ha de tener su copia de seguridad y otra copia por si acaso. Es un rollo, asegurarse de que todo permanece. Mis álbumes de fotos y de prensa, como artista y educadora, permanecen en la primera fila de la donación a algunas entidades, como he hecho ya con algo de material teatral para el MAE del Institut del Teatre.

Hace un tiempo, Ángel me regaló un cronómetro. Este era un obsequio significativo del coreógrafo que tuvo en Venezuela y perteneció a Hermes Pan. Así que algo vinculado a Fred Astaire llegó a mis manos de la forma más fantástica que jamás hubiera imaginado. No es de plata, no tiene ninguna inscripción, pero estuvo ensayando y bailando en el mismo espacio y tiempo, con Fred Astaire. El mensaje de este cronómetro, prácticamente sin valor económico pero sí emocional, es bien claro: vivimos el presente, trabajamos por el futuro pero contamos hacia atrás. Nos faltan unas horas para un examen. Queda tanto para un parto. Embarque, aterrizajes. Las pruebas médicas con toda la incertidumbre que arrastran. ¿Papá cuando llegamos, falta mucho? El estreno será en tres días. Tu contrato vence, a buscarte la vida otra vez. La hipoteca del banco, como los austeros maestros soviéticos tampoco perdona. La premura, la lentitud… la vida que pasa.

Cifras, signos de vida. Tiempo que nos da una perspectiva, que no cura nada ni pone a nadie en su sitio. Solamente cuando ha pasado, parece que comprendemos mejor y entonces “ hubiéramos hecho”… «y, si de otra forma»… no nos lo pone fácil cuando está todo por hacer y es prácticamente posible que ese inabarcable “todo”; pueda realizarse.

Bailo con mi marido en los pasillos del super, lo adoro y me divierte. Yo soy de esas mujeres que necesita que su hombre sea más alto que ella. Será una excentricidad, o no.

Parece una locura, pero cuando ví la maravillosa película “Pennies from heaven”, con la escena que imita “Let’s face the music and dance” interpretada por Steve Martin y la mega diva Bernadette Peters, supe que en todos esos años de exploración personal, estuve bailando con Fred, mi único compañero de viaje. Quien más me conoce, una vez fallecida mi preciosa madre. Delante del espejo del armario del dormitorio de mis padres en la calle Cantabria; enfrentándome al inmisericorde, exigente y sádico cristal de la academia escuchando solamente voces de reproche y humillación; en los camerinos viejos poniendo caras riéndome sola; cuestionándome las decisiones en las pensiones miserables; disfrutando la tontería en los hoteles de 4 estrellas; asumiendo los estrenos gloriosos con ducha de cava y echando un pulso en los ensayos más farragosos; en las separaciones; en los enamoramientos consumados (pocos) y con mis bailarines y alumnas para gran disfrute. Hasta que un día, como responsable e ilusionada ya lo era desde niña, no se me ocurre la razón, dejé de hacerlo.

El logo de mi «marca», es desde hace muchos años, una silueta de Fred Astaire.

Si no es mucho pedirle a la vida y atendiendo a esa verdad publicitaria de que no tenemos sueños baratos, me falta volver a disfrazarme e interpretar ese rol deseado: ponerme un vestido largo y vaporoso con unos zapatos bonitos, para mantener esa ensoñación un poco más. No es lo mismo con tejanos, ni con bikini de paillette, no, no. Detener el tiempo en algún lugar, con mi recuperado Fred Astaire, cada vez que lo veo en una película. Donde pueda saber y sentir definitivamente qué era eso, bendición o maldición, que estuvo motivándome a bailar con muchas personas, de paso. Tan preocupada por las llamadas de teléfono y los contratos, cuando lo que tocaba era bailar como si no mirase nadie y hacer muchas más locuras de las que hice. En mi mundo profesional, capaz de compartir cualquier alegría, disfrutando de ese privilegio con tantos compañeros queridos y sin embargo sintiéndome tremendamente sola sin ese perfecto partenaire que tanto deseé encontrar para por lo menos una vez, solos con la música y un par de cenitales en un teatro vacío, bailar la única fantasía que no he podido cumplir.

Puede que este sea el último síntoma del síndrome Astaire.

A veces, lo tienes todo tan al alcance de la mano que por eso es imposible tenerlo. Y si lo tienes, algo se te lleva a cambio y normalmente es más importante. Mi gratitud es infinita por todo el placer mental y la compañía que esa imagen feliz me ha proporcionado. Solamente me queda meterme dentro de uno de esos viejos televisores de los años 70 y decir; ¡que os den! A la seriedad; a la disciplina; al “tú no puedes”; al “eso no es un trabajo”… al soniquete de “la mujer artista es una puta”, a los palos en las ruedas, al camino de piedras innecesarias con tacones de 9 centímetros y a los impedimentos que superé porque no creo en el determinismo pero sí en la determinación.  He ido a lugares, he amado y vivido intensamente, con, en y del espectáculo con toda la pasión, sin represión, sin sumisión y he realizado más que lo que podía imaginar. Lets face the music and dance!

No son cabezazos contra la pared por mantenerte en tus trece y luchar, eso te lo dice quien se ha rendido. No lo hagas porque lo dicen los demás, toma tus decisiones con tus entrañas, no se equivocan, son tu segundo cerebro.

Lo mío con Fred no se ha acabado y sé exactamente el día que sucederá.

Dicen que es «ley de vida» pero justamente eso, de vida y de ley no tiene nada. Cuanto más sabemos menos tiempo tenemos para aplicar la experiencia vital. La vida es un bol de cerezas, y las cogí todas hasta el empacho.

Las memorias de Ricardo Ardèvol

(Todas las fotografías y programas originales de mi propiedad, que aparecen en este blog, han sido o serán donados futuramente a 2 instituciones municipales, artísticas e históricas de Barcelona)

AVISO IMPORTANTE: Si alguna persona no desea aparecer, se puede poner en contacto conmigo y su cara será pixelada.

Ayer estuvimos en la sede de SGAE, Barcelona en la presentación del libro «Memòries de Ricardo Ardèvol Llorens». La meva vida amb els artistes, escrito por Ricard Ardévol Comelles.  

El aforo de la sala Mompou estaba lleno y seguramente había más personas relacionadas con el espectáculo. Se palpaba afecto y emotividad por parte de todos. Entre el público asistente estaban: Llorens el entrañable encargado del equipo de luz y sonido y su esposa; Lita Claver “La Maña” y Manuel Castán los dos artistas muy apreciados;  Natalia la hija de Lita y Joan Estrada a quienes tenía ganas de conocer; Joan Manuel Serrat, Silvia Dasca y Paco Pamies.

Durante el desarrollo de la presentación me gustó la expresión sincera de Joan Pera, sobre el espectáculo y lo que se considera “cultura” aportando además su vivencia anecdótica y familiar a lo largo de los años con Ricardo, padre D.E.P. Aprecié la corta conversación con Joan Pera al final. Cualquier cosa que explicara Ricard, visiblemente feliz por culminar esta obra, es pura historia del espectáculo con su padre. Albert Turró moderó con cercanía y complicidad, todo fue muy agradable. Valioso.

Hubo momentos de poemas recitados que daban lugar a más comentarios con el público. De aplausos. De explicaciones de un mundo artístico, del que me siento privilegiada por haberlo vivido y absolutamente desconocido en el presente sobre el camino escogido y abierto por Ricardo Ardévol, precisamente en Catalunya y que traspasa con su profesión lo meramente autonómico para convertirse en un bien nacional.

Y quiero contar mi paso por esta empresa, conocida con “ERA Produccions” que tan buenos recuerdos y experiencias en el ejercicio de esta profesión, me ha dado.

Con Ricard Ardèvol Comelles.
Albert Turró, Ricard Ardèvol y Joan Pera.
Página 176 Memòries de Ricardo Ardèvol Llorens

Corría el año 1977 cuando en la academia E.B.I.M. de la calle Cantabria nº 64, en Sant Marti, las alumnas más mayores tuvimos la ocasión de examinarnos para obtener el carnet rosa del Sindicato y poder trabajar. Yo era la única menor, y mi padre firmó con el juez una autorización para actuar puntualmente de noche. Provistas del carnet obligatorio, y con 5 bailes de repertorio, después de hacer muchas galas gratuitas y amateurs nos contrataron en la empresa del señor Ardèvol.

Tal y como dije ayer cuando nos pasaron el micrófono: “Posiblemente la mayoría de ustedes se acuerde de su primer sueldo”.  

El mío, lo gané bailando en un espectáculo de Fiesta Mayor, con este gran representante, algunos artistas muy famosos y mis compañeras. Salir de bolo, cuando nos citaban en el bar Manhattan de la calle Conde Borrell, para viajar en varios coches, actuar y volver con un sueldo de unas 3.000 a 3.500 pesetas y con las fotos autografiadas de los artistas, era toda una novedad en la vida de aquellas bailarinas noveles del barrio.

Algunos de los artistas con los que compartimos coche y camerino eran: Ramon Calduch, Josep Guardiola, los hermanos Calatrava, que entonces iban acompañados de la espectacular Toni (modelo de foto-novela), Santi Sans, Víctor Balaguer, Chantal y Loren, Brusi & Fredy, Marta & Chekis, Alicia de Alzaga, Carmina Serra, Rudy Ventura, Los Bernal’s, Olga Vidalia, Mercedes Ruiz, Pepe da Rosa, Mary Santpere, Luis Aguilé, Ana Kiro y Ondina.

Martay Chekis, cantaban: ¿están de acuerdo?, y el público coreaba ¡sí señor!

Este programa de la Festa Major de Puigreig, da una idea de los elencos de la época, al igual que esta parte de un poster doblado que conservo, de la Festa de Santa Coloma de Farners.

Más información detallada en esta entrada imprescindible para comprender el trayecto artístico desde Sant Martí, Barcelona.

Programa de la Festa Major de Puigreig en 1977 o 1978.
Poster Festa de Santa Coloma de Farners 1977-78 – foto grupo Condal Ballet, estoy en el lado derecho arriba. Los artistas en el poster: – Los Bernal’s – Isa Moren & Nando Buzzi- Carmina Serra, vedette.

La última vez que ví a Ricardo Ardèvol junto al también rapsoda Ricardo Navarridas, conocido en aquellos tiempos de descubrimiento de vocación en el Club Amigó, fue en un acto homenaje póstumo a Ramón Calduch y Josep Guardiola realizado en una sala de un centro social en el Paralelo «La casa del Mar». Debía ser en 2013 no estoy segura. Me acompañaban Mel Castán y Chemy de Saa.

Ardèvol mantenía aquel dominio con el micrófono. Me conmovió cómo habíamos llegado a coincidir de nuevo,con ese sentimiento del transcurrir del tiempo, de tantas experiencias y le regalé esta foto. Qué bonito, recibir un sueldo bailando cuando todo el mundo decía que aquello no era un trabajo y que no tenía futuro, no el trabajo… yo.

Soy la segunda por la izquierda de rosa. Condal Ballet de Isa Moren, 1977-78 de Sant Martí, cuando actuábamos en los espectáculos de Ricardo Ardèvol, foto en el Parque de Atracciones de Montjuic.

Mi determinación y el destino me llevaron con billete de ida y vuelta, pues de eso se trata “las vueltas dan mucha vida”, a diferentes compañías, empresas y espectáculos, haciéndome la bailarina y coreógrafa profesional, responsable, entregada que afirmo ser (ni peor ni mejor) y así en 1991 y 1992 volví a ERA Produccions con mi Ballet Elite’s Show a la vez que estábamos durante 53 programas en «Això és massa» deTV3. Me encontré con aquellos artistas de los inicios y conocí a otros, compartiendo aquellos bolos de variedades en toda Catalunya que comenzaban a las 4 de la tarde saliendo de casa, con una única función generalmente y regresando a las 6 de la madrugada. En otra entrada del blog cuento la anécdota con Lita Claver, con un gesto de buena compañera aunque no me conociera personalmente, en 1990.

En el centro. Ballet Elite’s Show, creado en «La Palmera» de Sant Martí. «Galas», Salou 1991 ( Restaurante-Espectáculo al estilo «Las Vegas/Scala Barcelona»).

Posteriormente, en 1995 regresé al Paralelo 10 años después de dejarlo, con los queridos Hermanos Calatrava al teatro Arnau con “La Creación” y en verano a aquellos bolos de siempre, con el también querido Joan Gimeno con “Humor a primera vista”.  Yo ya vivía en Salou. Como muestra de la calidad empresarial y humana aquí esta nota, la única recibida en toda la vida artística en España por parte de un representante. Por eso y otros detalles puedo decir que son los mejores.

Con los Calatrava en el teatro Arnau 1995, Ballet Elite’s Show, segunda generación.
Nota de agradecimiento de los Calatrava, ERA Produccions y Ricard Ardèvol.
Publicidad Teatre Arnau «LA CREACIÓN» 1995 ERA Produccions.
Programa «HUMOR A PRIMERA VISTA» ERA Produccions 1995.

Más tarde en 2001 Ricard me propuso participar con mi ballet en la I Gala dels Premis A.R.C. Associació de Representants de Catalunya, realizada en Scenic (anterior Teatro Español, Studio 54 y posterior Arteria y Barts), transmitida por TVE. Llevé a mis alumnas mayores de Escola Carol Dansa Salou, que fueron las primeras de Tarragona en hacerse artistas profesionales en 1999 a base de patear escenarios, como había hecho yo. Los créditos constan en el vídeo. Dos de ellas siguen en esta profesión.

En 2002 hice unos últimos bolos con ERA Produccions. Entonces; Ardèvol padre fue el primer representante y Ardèvol hijo, el último con los que trabajé.

Finalmente ya que marché a Turquía, abandonando todo entusiasmo por producir en mi propia tierra y después de ser la primera titular catalana/española como coreógrafa del ballet internacional (propio) en el Restaurante-Espectáculo “Galas” Salou por 3 años y de tener 2 ballets en la Costa Daurada para la programación hotelera a diario en temporada de 4-6 meses, durante años, Ricard me certificó ante notario una preciosa carta de “bon service”, una exigencia para obtener el visado de residencia y trabajo en aquel país donde pasé una gran etapa creativa como coreógrafa y directora artística en MNG Holding «World of Wonders» hotels & resorts 5*, viviendo ajena a todo esto durante 26 meses.

Cuando regresé a España, el espectáculo estaba peor. Una mañana en la oficina de la Avenida del Portal de l’Àngel, Ricard me contó las claves del panorama con una franqueza necesaria, pues los amigos te dicen lo que necesitas escuchar y no lo que quieres oír. Realmente aquellos gloriosos bolos de verano habían casi desaparecido. Su análisis, certero, me dio una medida que todavía hoy me permite no perder la perspectiva sobre el espectáculo popular y los cambios tanto políticos como de público que hacían necesaria una evolución. No es que necesitara trabajar en ello, y menos desesperadamente. Estaba tan cansada, que a pesar de tener un buen contrato en una empresa turística importante, mientras me llamaban para volver a Turquía algunos compañeros jefes de animación para ir a otras compañías y a la vez rechazaba trabajar como directora artística en una línea de 5 cruceros fui situándome en esa realidad local. No iba a abandonar mi casa y mi matrimonio con una persona que me ama y apoya pero que no comparte mi pasión por al espectáculo, cumplidos los 45 años, con el mismo ansia de aventura que a los 20 años. No tengo sentido del arraigo, pero me tocaba quedarme aquí.

Seguí haciendo cosas de pequeño formato, proyectos motivadores en Cambrils, Tarragona con un grupo de 9 profesionales en 2009 aunque no pudieron continuar por las distintas expectativas personales y laborales; cambios de residencia, de trabajo fijo, embarazos… y estudios. Posteriormente creé “Les girls”que hicieron algunos shows benéficos y también profesionales en Barcelona, aunque estaban en edad de estudiar, con mis expectativas claras: ni iba a volver a los hoteles que no habían mejorado nada las condiciones de trabajo ni seguridad ni podía arriesgarme en producciones en Barcelona que no me garantizaban unos mínimos porque todo el sistema se había desmoronado y nada me resultaba atrayente. De nuevo surgió otra posibilidad de montar en cruceros, asociada a un productor, y me di cuenta de que esa “vuelta” no era para mi vida. No me preocupa la soledad pero hay mucha en la vida personal cuando se apagan las luces del escenario. Otra vez, maletas. Otra lucha. Otras motivación.

En esta profesión sí que tenía futuro, pero nadie sabe cuánto dura «siempre».

Bailar y trabajar en el espectáculo comercial, es una decisión vital tan apasionante como sorprendente y la vida me ha realizado más sueños de los que tuvo la Carolina de los 17 años.

Con Lita Claver y Manuel Castán, grandes artistas y amigos queridos.

Regresando al legado de E.R.A. Produccions, tanto de Ricardo como de Ricard, la palabra es; Confianza.

No dudabas de si ibas a cobrar. Nadie daría rienda suelta a la “mano negra” u ocultaría un acoso. Sin engaños. Sin cosas raras. Un respeto y una simpatía. Hacer las cosas bien. La corrección o formalidad recíproca. Eso no lo he conocido en otras empresas y, como aquí no hay feria pero si hay bolo, cada una “cuenta el bolo” como le va.

Es inútil remarcar que un empresario sabe lo que contrata y un artista sabe en qué manos deposita su trabajo. No, esperanza no. Hay duro trabajo y mucha incertidumbre durante el camino artístico. La elegancia se prodiga poco en el espectáculo más popular, pues bien, esa distinción siempre irá unida a esta familia de representantes y managers con quienes trabajé en las mejores condiciones aunque a veces los escenarios efímeros fueran carpas de Fiesta Mayor con sillas plegables y un solo decorado de fondo.

Esta profesión también me ha demostrado, cruda y también exquisitamente, que la categoría no está en el lugar donde se trabaja sino con quién. Por ello cuando me asalta un impulso creativo todavía llamo a Ricard, para consultarle su parecer, la última vez en 2017.

Con los Ardèvol, padre e hijo, mi ballet Elite’s Show, Ángel Amar y yo, tuvimos esa gran suerte. Esa dignificación del artista que «aunque haga reír» según palabras muy descriptivas de Joan Pera sobre el nivel de la mentalidad del contratante, o baile, haga acrobacias, cante… y todo ese abanico de talento personal, también contribuye a la cultura.

Felicidades por este libro «Memòries de Ricardo Ardèvol Llorens», La meva vida amb els artistes, Ricard. Un libro necesario que alumbrará la ignorancia de muchos y dará ese impagable brillo, ese empujón de honestidad, al alma de los que saben, no olvidan, no se confunden y no se conforman con que las cosas vayan a menos.

Mi afecto sincero, con la gratitud por esos años donde sin ser funambulista, hice saltos sin red, (como siempre) que salieron bien. Muchas gracias por la dedicatoria, la personal y la del libro; A la madre ausente, de Irene, Ricard y Maite. Acto que aplaudo, ya en casa, íntimamente y con el que me identifico pues como con mi libro y mi madre, no se lo hemos podido entregar, para honrarlas y darles ese merecido homenaje a toda una vida de dedicación, amor y valores.

No se me escapó ese aplauso a las alturas, de Ricard. No solamente por que estaba la pantalla con la imagen de su padre. No tengo duda de que también hay «un cielo de los artistas».

Invitación de la presentación del libro.

El cobrador no llama dos veces

A la artista Concha Velasco, por todos los géneros en los que ha actuado, se la sitúa en la crónica sentimental de varias generaciones de españoles. Ella publicó un libro sobre su vida titulado: “El éxito se paga”.

Creo que la frase es acertada y no hace falta añadir más, no obstante, quiero hablar “del cobrador”, no tanto de ese tributo. Más bien del simple gesto humano donde a veces, nos hemos visto obligados a disfrazarnos de lo que no éramos, ya sabéis, para que no nos hiriesen “más de lo normal”  en nuestro gremio.

En esta profesión he conocido grandes momentos de solidaridad, con personas nobles, independientemente del éxito. También he conocido el lado turbio, rayando lo pueril y exacerbado totalmente innecesario. Y me centro.

Siempre digo que inicié este camino sin apoyo exceptuando el de mi madre.

Lo cierto es que hay dos personas que sin pedirles nada, se ofrecieron a echarme un cable, simplemente dándome la oportunidad de que vieran a mi ballet Elite’s Show, con los productores de turno.

En el caso del director de teatro Ricard Reguant, sucedió de forma totalmente espontánea y limpia, proponiéndome una cita/casting en Focus. Siempre se lo he agradecido aunque no trascendiera, ya que la mía era una belleza distinta, y por lo tanto no comparable, a la de las coreógrafas abonadas a dicha productora por vete a saber (y lo sé) que intereses. Coreógrafa, alguna que ha hundido un local, o a la que he tenido que sustituir en agencias de eventos, por no tener idea de montar un show comercial. Ricard, que ha descubierto a muchos talentos siempre fue, elegante y atento. Hasta ahí puedo decir que no me mandó “al cobrador” de favores.

El segundo caso, digno de mencionar es el de Lita Claver “la maña”. Artista que además de currar toda su vida, ha dado empleo a muchas familias de las diversas secciones de un teatro. Lita, sin conocerme de nada y “a micro abierto” en la platea de, su entonces, buque insignia teatro Arnau, pidió a E.R.A. Produccions, un bolo para que viera a mi ballet, ya que cada agencia tenía el suyo y, claro, no había curiosidad ni contratos para más.

Y una cosa llevó a la otra. Digo llevó a la otra. Pues volví a coincidir con ella en 3 bolos de “festa major” sustituyendo a su ballet de cabecera Gin-Pak (amigos y maestros queridos), luego años más tarde en aquella famosa “Festa del Paral.lel” y en la presentación del último libro de Pierrot en El Corte Inglés. Ella, ni se acordaba de ese gesto. Y por supuesto, una señora, tampoco me mandó “al cobrador” .

Últimamente y a raíz del “Homenaje a los Hermanos Calatrava” que Mariano Vázquez organizó con el Ayuntamiento de Salou y la Asociación de humoristas españoles, y “El desplume” organizado por el amigo Victor Guerrero, hemos coincidido y creo que conocido, lo suficiente en una corriente de simpatía y afecto sinceros.

A Lita Claver, la ciudad de Barcelona le da una medalla de honor. Creo que la merece, y también es una belleza distinta, y por tanto incomparable, respecto a otras vedettes y empresarias. No la conozco como jefa, (caso de otras) y como compañera profesional no tengo más que agradecimiento y respeto.

Estos dos diáfanos ejemplos, Ricard y Lita, son muestra de la generosidad de los compañeros o directores, seguro que hay más, buena gente, seguro y me encanta hablar bien a la espalda de la gente que así considero. Buena. Me importa más la calidad personal que la profesional, pues la segunda tiene fecha de caducidad, pero la primera es lo que queda, lo que será parte de nosotros mismos.

Y ahora os voy a presentar “al cobrador”; Ya hace 30 años, de estas historias que no batallitas, y en esa misma franja de tiempo, unos meses, yo tenía previsto debutar la temporada de verano, en el Restaurante-Espectáculo “Galas” de Salou (a semejanza de Scala Barcelona o Meliá pero el doble de grande) y necesitaba anticipar dinero a la empresa que confeccionaba las plumas. Esas medias lunas blancas, que yo misma diseñé. Las empresas de plumas y pedrería, tenían un largo historial de deudas acumuladas por parte de producciones de variedades y querían garantías. Toda la ropa se hizo en casa, la confeccionó mi madre y mi hermano me ayudó a pagar textil y zapatos, por lo tanto tenía un gasto menos.  

Comentando esta situación con un artista que fue por una temporada mi jefe, pues me dio una oportunidad de trabajar que me tuve que ganar salvando innumerables manías de una parte nacionalista de la producción que no apostaba, contradicción, por el talento local, él mismo se ofreció a darme el anticipo, y yo le prometí la devolución al mes del estreno.

Bueno, pues llegó “el cobrador”. En forma de amor desorbitado y no solicitado, convirtiéndose en acoso. Ante mi extrañeza y rechazo, tuvo, el señor, la cara de decirme que “no fuera yo a creer que era por el préstamo”. No, era por que estaba rozando la andropausia y necesitaba, marcar una muesca más en la pata de su cama. Nunca 300.000 ptas. resultaron más amargas e inconfesables y si se pensó que, poner por poner, ese sería “mi precio”… se equivocaba pues no tenía vocación ni madera de escort, ni de mártir de las candilejas, o juguete roto con pretensiones, volviendo derrotada a mi barrio obrero.

Lo hizo a sabiendas de que tenía pareja. De que no podía denunciarlo. Y de que solamente yo saldría perdiendo si hablaba… el trabajo, la credibilidad profesional, que me había costado ganarme en 10 años de paradas en bares de carreteras, mantas para mal dormir en autocares, deudas de artistas/productores malos pagadores, hambre, frio y sueño suficientes para haberme apeado de esta profesión, que ya antes del éxito quiso pasarme la factura.

Entonces todavía creía en que la mayoría del gremio, eran buenas personas.

Cosas que aprendí, sin ir a Broadway: “Tus amigos se alegran de que te vaya bien, pero no mejor que ellos”.

Y lo que aprendí aquí en Barcelona, es que tú puedes facilitar contactos, dar referencias para ayudar a alguien, avisar de castings e incluso dar trabajo jugándotelo todo sin ser empresaria…. Salvo contadísimas excepciones de personas extraordinarias de las que guardo buena memoria, no esperes lo mismo. Y mucho, mucho mejor si no sugieres que te hace falta. Son pocos los artistas que “no necesitan que tu fracases para que triunfen ellos”. A cuento de mi libro y repetido hasta la saciedad: No quiero hacer daño, no es que explique lo malo o pese más que lo bueno.  Donde hay sombras hay una luz. En el espectáculo se magnifica el contraste, aflora la cara oculta de la luna y se gira la cruz de una moneda. No es que los muertos no se puedan defender, es la impunidad y bajeza que toca soportar cuando estando vivos, sabían que actuaban mal y lo siguieron haciendo.

Así que tú joven artista que me lees, ojalá te vaya bien, pero si se da el caso piénsate mucho de parte de quien vienen los favores, pues siempre puede llegar “el cobrador” y este como cierto cartero, “no llama dos veces”, te va a machacar hasta la náusea.

Avisado quedas. “No es contar la feria como te va, son las tripas de la feria puestas al sol”, la naturaleza humana. Nos pasa a casi todos, pero hay que tener mucha confianza para admitirlo y decirlo. Aun así, diciéndolo, lo más posible es que no cambie nada.

Gracias Ricard Reguant, gracias, Lita Claver y gracias, Ricard Ardévol (E.R.A Produccions) lo digo en mi libro, caballeros y dama, es justo hacerlo público. Oportunidades que me ofrecieron, empujones que no pedí.

No es solamente un trabajo, y si lo vas a tomar así no lo empieces, pues te va a exigir una parte de tu vida que jamás volverás a recuperar.

Menores… y una historia más.

Nos han contado muchas historias de artistas que empezaron siendo niños.

Por necesidad o por el capricho de la fama, básicamente, sabemos de esas historias de niños trabajadores, españoles, a cambio de unas monedas, en plazas, calles y locales. Algunos, con suerte (aparentemente y sin que sepamos mucho más) pasaron al cine, o a ser adoptados por familias dedicadas al teatro de variedades, y parece ser que se contemplaba una ley más permisiva. En cambio, de ninguna manera y hasta el día de hoy, la legislación nacional permite que un menor de 18 años trabaje a diario en un espectáculo nocturno. Quizá sea, esa, la gran diferencia.

Detrás de Joselito, Ana Belén y Marisol por poner ejemplos concretos, hay muchas chicas y compañeras anónimas. Hay alguna academia de ballet de Barcelona presumiendo de honradez, educación y cultura; también de Doncaster; Leeds y Manchester. Esas “escuelas de arte”, cuyo fin principal era un hobby educacional y bajo el pretexto de “ayudar a la economía familiar”, estuvieron haciendo caja, llevándose comisiones,  con las bailarinas menores trabajando a diario en nightclubs de la costa, y giras de teatros de revista. Muchas chicas engañadas, y por mucho que se quiera defender esa actividad, lo cierto es que ningún documento privado entre los padres y tutores se puede saltar la ley.  

Hay que pasar por los Juzgados, como hizo mi padre para validar un documento para algunas fechas y no para diario, cuando tenía ya 17 años. Actué en un espectáculo, muchos en realidad para adultos, antes de poder entrar en una discoteca en horario nocturno.

Mi historia relata como entre unos y otros, los implicados todavía creen que no hicieron nada incorrecto. Como algunas profesoras que van de imagen intachable se beneficiaron de las penurias pasadas por aquellas chicas, en nombre del baile. Y si quieres saber más, de lo que era trabajar de artista en los años 70 y 80, tendrás que acudir a una fuente, llamada verdad. Yo te la cuento.

Y, sin ningún victimismo, pues el tiempo no pone nada en su lugar pero te permite analizar fríamente lo que no tenía sentido, también te cuento, cómo una agresión física, con testigos, todas mujeres o niñas, obligadas a callar y mentir, con la correspondiente denuncia en el puesto de la Guardia Civil de Palamós, cambió mi vida para siempre.

No porque mi vida sea importante, por las veces que ha sucedido a tantas como yo que no han podido defenderse ni reclamar sus derechos. Por lo menos, mi derecho (la única verdad) queda escrito para vergüenza de quien todavía niega su participación y se ampara en la mentira que es muy buena cómplice de ese tiempo que distorsiona el “honor”, en lugar de asumir la responsabilidad.

Hoy hace 40 años. Cada agosto. Cada noticia. Cada mujer. Cada niña. Cada silencio.

El presente de los artistas


Aunque leo y escucho posts en Facebook, de un señor director que sabe más que yo de teatro, cine y artistas, no siempre me doy por enterada en su página. No es por él, es por mí, escribir en los perfiles ajenos e interactuar, me salió caro hace unos años, un par de veces con ataque de ansiedad, acoso virtual y a punto de denuncia policial, y eso no es una broma.
Así que no deseo ampliar mi red social con desconocidos y enterados que por una frase sin tono, te sentencian e insultan, ya tengo suficiente con los conocidos especialmente quienes creen que Facebook no es el sitio para profundizar ni cantar las cuarenta y además, me critican cuando tienen vía libre para contradecirme.

Decía este señor, que con “él se va a trabajar para pasarlo bien, no para sufrir”.
Y eso me encantó, más cuando en la temprana educación de danza recibida en mi barrio, se tiró mucho de “sacrificio”, humillación y sufrimiento para nada.
Por ello le debo a mi debut en la Revista, la alegría de descubrir que podía ser feliz sin ser una «prima ballerina», cobrar un sueldo profesional y capaz de hacer lo mismo que las señoritas coristas, espléndidas, cuanto más anónimas mejor, pintadas en los afiches, que actuaban en la tv y la filmografía española.
He tenido la suerte de disfrutar con auténticos profesionales, y también de captar a la primera las señales de todos esos sospechosos de aprendices de master BDSM dispuestos a amargarte la vida dentro del teatro. Los cobradores ilegales del peaje profesional.
Parece una contradicción pero, cuando te encuentras a no una, cinco, seis o diez compañeras que coinciden contigo en el paso del tiempo por aquellas experiencias traumáticas, ves el patrón y sabes que hiciste bien en largarte y buscar algo mejor.


El director de teatro, al que no etiqueto para no distraer a su audiencia de lo que verdaderamente importa, su trabajo, trabajo, trabajo…. (programa, programa, programa de Anguita) dice verdades como puños y otros cuantos que conozco también, pero en petit comité porque esta profesión es muy chunga y no perdona ni el fracaso, ni el éxito… esto es…. que ahora que comenta que le da ganas de tirar la toalla en este país…. Tengo muy claro, que terminar, desaparecer o retirarse de depende qué, siempre es un éxito.
Lo digo, con la piel húmeda y salada, con la cabecita sobresaliendo entre las olas, contemplando de lejos, la costa de Salou, aquella ciudad desde donde hice todo (Galas Dinner & Show, Escuela de danza, Hoteles, bolos, eventos, teatro Arnau, TV, parque temático y emigración a Turquía porque todo en el espectáculo, iba a peor; sueldo, respeto y condiciones laborales… pero yo quería ser mejor) un pequeño imperio llamado trabajo, vocacional, tozudo y constante por el que entregué años y energía de joven madurez, sin un solo día de vacaciones ni tiempo para ir a la playa, los 3 últimos años con 6 pastillas diarias para afrontar una depresión sin derecho a baja laboral, pero eso sí; a las 5 clase cada día y en verano a las 8’30, equipaje, maquillaje y música…..furgoneta y al lío y también dejándome 3 cadáveres sentimentales en el camino, puesto que si algo me importaba más que el amor ajeno era el propio para salir adelante, el fruto de la lucha.
Hice lo posible para que la experiencia de mis bailarines fuera segura, emocionante y divertida pero yo no me divertí, pues era esa una mochila de mucho peso, y empezaba a ser ya “gata vieja”, a saber más de lo que desearía y a calar al paisanaje, viéndolas venir.

Foto con Lisa P. y Annette C. australianas de 1’70/80 en Madrid 1984- Un reino para Tania.

A veces pongo fotos en mi historia, donde no soy la más guapa, ni la más reinona… ni la más alta ni la más…. son las huellas de un camino que como decía también el señor director de teatro: «dentro de 50 años nadie se acordará de nosotros». Son instantáneas emocionales, como las vuestras y si supierais lo que hay detrás; el amor, el coraje y la determinación en plantar cara a tanto abusador empresarial jugando con el miedo al hambre y perdiendo contratos de 5,7 o 10 personas por ello, quizás no le darías al “me gusta” que sigue sin importarme, pero valoraríais (quien tenga capacidad que siempre es recíproca; elegancia, talento, sensibilidad) si vosotros lo hubierais hecho: “No por un sueño, por una realidad llamada trabajo”, por el “programa, programa, programa”, vital de tu razón de continuar cuando a esa edad todas mis colegas de los 80 ya lo habían dejado y algunas bastante quemadas.
Ahora, lo que yo no dejo, es la ocasión de vivir la normalidad que esta profesión me arrebató, a sabiendas de que el precio era muy alto pero el orgullo, legítimo, también.

Me quedo un rato más viendo el atardecer en la playa….
No es cierto que tengas que sacrificar tu vida para conseguir tu propósito. Solamente dosificar las entregas y renuncias, y sí; decir hasta aquí en este sitio… pues siempre hay un lugar donde no sucede nada para que pueda construir mi reino otra vez, aunque con los años cuesta un poco más, es la desconfianza, los impagos… la soledad en la lejanía, pero nunca la comodidad, pues la balanza te inclina a no perder lo que te importa, lo que amas, tu hogar, por la realización artística.
Hace unos años me ofrecieron ser directora artística de un compañía de 5 barcos. Luego había la posibilidad de co-producir para otra compañía naviera.
Y dije que no, no era el sueldo genial, era la inviabilidad de conciliar vida sentimental, valores éticos hacia los artistas y rendimiento práctico. Era esclavizarse con las mismas estupideces de siempre.

Siempre se puede tirar una toalla si la pelea o el contrincante no vale la pena. Sobre todo cuando has abierto camino, a tantos compañeros… y por supuesto porque tienes todo el derecho a decir “basta, soy mejor que lo que me estás ofreciendo y no me mereces” aunque eso signifique apretarse el cinturón.
En mi caso, prefiero eso a la mendicidad y prostitución profesional, tampoco luché (ni mis compañeros) para llegar a este presente. Pero es lo que hay.
Algunos artistas, no tenemos un título homologado (ni falso que los venden muy bien hechos de países imposibles) para dar clases de supervivencia en el medio, para avisar de los errores de un casting… para «sonsacar» el talento emergente, pero de alguna manera lo hemos hecho y ahí está la prueba.
Además ahora, las toallas, como todo, son más baratas y tampoco sale a cuenta guardar las que hay que tirar por salud mental. A esta conclusión llegué ahora hace un año, en la cama de un hospital creyendo que no saldría.

Viejas glorias y «tontos motivados» según Maite Buenafuente, como que no.
Los polvos de las generaciones que no se han hecho respetar han traído estos lodos.
Eso sí, tampoco voy a ver musicales… me lo paso mejor y me decepciono menos con GOT TALENT AMÉRICA y UK

Porque sí.

Ha quedado claro para qué he publicado «Memorias de una corista». La pregunta normal es ¿por qué? Además de las explicaciones ya ofrecidas en presentaciones y entrevistas, desvelo otro motivo: «Porque nadie me dijo que no podía».

No he tenido que pelear o defender la actividad de escribir tal y como tuve que imponer mi deseo de bailar y, con el tiempo, todo lo que me propuse como medio laboral en la escena. Incluso lo que no me propuse, como la vertiente de entretenimiento turístico o la colaboración con músicos, cantantes y los ocho años invertidos en un Salou vacío de danza y artistas con mi escuela o la práctica de danza popular en Cambrils. Todo eso no estaba en el «pack del sueño a realizar». He cumplido más sueños de los que tenía. Me los ha cumplido la vida. Algo, digo yo, que haría bien incluso tomando malas decisiones, sobre todo sentimentales. El arte  y el amor son adversarios naturales, el amor cautiva, el arte como vocación te arrastra. Cuando creces con el «NO», cuando el entorno se convierte en una mala democracia que no por ser mayoría tiene razón contra tu voluntad y tu derecho a elegir, cualquier obstáculo es un reto a superar. No por los demás, no por demostrarles que se equivocaban. Por ti, porque tú eres la fuerza que empuja esa realidad menos grata. Como dijo Cortázar: “Tenemos que obligar a la realidad a que responda a nuestros sueños, hay que seguir soñando hasta abolir la falsa frontera entre lo ilusorio y lo tangible, hasta realizarnos y descubrirnos que el paraíso estaba ahí, a la vuelta de todas las esquinas.” Un camino recorrido donde no hubo palmaditas ni palmas, ni aliento de la tribu que me tocó. Solamente burla y cuestiones nada razonables basadas en prejuicios e ignorancia que siempre chocaron conmigo. Ser la autora de un libro biográfico sobre la vida de una persona “no famosa” en paralelo con hechos históricos y personajes de la escena ha sido la reafirmación de que si bien antes tanta negación aumentaba mi deseo, por tozuda, lo contrario ha sido precisamente decir lo mismo; porque sí. Me ha sucedido como a Michael Flatley, el indomable «Lord of the dance». Cuando terminaba su  espectáculo gritaba: Yes! era su reafirmación ante todos los que le dijeron que nunca bailaría. He bailado, donde he querido y he creado espectáculos, bien pagados, porque podía. Porque no tuve que pasar exámenes masoquistas ni juicios “maternalistas”, desde la dudosa buena voluntad de mi primera profesora de danza, negacionista y denostadora en todo lo referente a mi persona, llegando a intentar anularme y humillarme en público, hasta el más taimado de los colegas en el oficio artístico. Escribí, una vez más libre, porque podía. Gracias a los detractores de juventud acabé de forjar la dureza y la determinación. Gracias al alejamiento de la profesión, por mucho que la ame y precisamente por eso, al aislamiento antes y durante la escritura, a esa ordenación mental que te da la perspectiva, ha sido posible autoeditar; maquetar; promocionar;  vender y de todo ello aprender. En cambio, gracias a quienes dijeron que «SI» ha sido tangible el otro poder, el de presentarlo en sociedad. Y no me sorprendo de que esas personas hayan acudido a la llamada, pues tenían que ser los mejores y me hicieron el inmenso e impagable favor de prestarse a esta aventura. He obtenido algunos apoyos significativos en ese apasionante desarrollo personal y profesional, bailarines; coreógrafos; castings; empresarios; amores; amigos… Siempre en la órbita del todo por el trabajo. En esta etapa de la vida, he hecho también lo que querido pero sin tener que sufrir el bonus de presión de aquellos años. Me dijo una vez Carlos Torres; «la vida es corta pero ancha, nos vemos al final». ¿Es esto el final? ¿eso es todo? ¿para eso he puesto el corazón y las tripas, dejando atrás tantas cosas que a cualquiera hacen feliz y que no me importó no disfrutar? «Podíamos» Y no éramos un pseudo partido político. Podíamos trabajar bailando. Sin seguridad social. Sin sueldo fijo. Sin miedo a qué pasará mañana. Sin certezas románticas. Sin planes establecidos tal que casa, coche, pareja e hijos. Podíamos y de eso viene, que podemos hacer lo que nos propongamos. Como escribir un libro sin tener en cuenta, como antes sucedió, la opinión, y un sutil cercenamiento, de nadie más. Por ello digo que soy autora de este libro, nadie puede negar su existencia y con ello mi historia ha sido contada para pervivir el tiempo que dure el papel en una estantería o el archivo original en un servidor de internet. ¿Os parece ostentoso o petulante?, no hay nada malo en sentirse orgullosa de haber conseguido un reto que nunca me propuse, pero que una vez comenzado ha resultado en ese viaje, palabra por palabra, recuerdo, emoción y sentimiento, de la inocencia a la experiencia que se describe en mi libro. Curioso, muy curioso, que de las tres periodistas mujeres, titulares o directoras de sus respectivos espacios en tv, radio y prensa, ninguna me haya respondido. Una cuarta sí lo ha hecho y me reservo (de momento) el contenido de su mensaje purulento, pues cuando alguien me presume de ser «gran lector», le acepto la crítica literaria, pero no el látigo. Vamos que no me acabé la «Montaña mágica» de Thomas Mann y tampoco pasa nada, eso de la digestión es algo muy personal. Ya he dejado claro en alguna ocasión que el castigo no es mi forma de placer favorito. En cuanto a quienes han leído mi historia y se han dignado hacerme alguna observación, por supuesto que hay mucha información. Tenía que contar con quienes, dónde y cuándo sucedió todo. Solamente conozco una manera, que es el relato ambientado en la pura realidad. Por lo menos, yo, no puedo catalogar en epígrafes ese movimiento orbital de todos y cada uno de los implicados en ese recorrido fascinante, en frágil equilibrio entre el deslumbre propio del género, la tenacidad personal y la sordidez detrás de las cortinas. Comprendo esa sorpresa, que por otro lado, sea quien sea el lector está garantizada sea grata o no,  desde la perspectiva de quien se encuentra en 295 páginas, mucho más que una vida anónima o una batallita de señora sexagenaria, (nunca vieja gloria, que detesto) «pasando revista» subtítulo que en un momento contemplé pero descarté al adelantarse la biografía de la vedette Addy Ventura. Y otra cosa no, pero recursos también me sobran. No es la excelencia literaria, es el pretexto para documentar una época a través de mi vida. Si me conocéis bien, y si no, también, pero ahí queda. No hay nada dañino en abrir el corazón y soltar lo que se lleva dentro, una vivencia intensa y tan rápida como irrepetible, aunque hay quien cree que esta pudiera ser la historia de otras tantas artistas, pero el caso es que me sucedió a mí y he sido la primera, (de momento única) en contarlo, el cambiar nombres u omitirlos, se debe a la coherencia de no regalar un «Sálvame de luxe» a mi costa, a cualquiera de los expresamente no identificados, que no está la cosa para jugar a la ruleta rusa con el mínimo patrimonio. Y en cuanto a los difuntos, y a esa sugerencia, reproche… u opinión recibida en privado: ¿Por qué tengo que respetar la memoria infame de un muerto y su incapacidad de defenderse? cuando él no respetó mi cuerpo, mi voluntad e hizo de mi legítima defensa motivo de vergüenza, acoso y destrucción. Puede que rompa las reglas del juego de la moral y prefiero en todo caso, resultar incómoda que sumisa. Y sí, (por otra opinión recibida) esto sigue siendo negro sobre blanco, por más que omitir nombres y por mi propia protección, roce el tono gris, muy a juego con mis canas y por tanto con cierto conocimiento, de causa,  la mía.

Visita a TAC12 TV

El pasado día 3, estuve en el plató de TAC12 TV en Tarragona con Aina Mallol y el equipo del programa «SOM-HI». Mi agradecimiento a todos y al director Joan Cama. Muy amables, excelente trato y francamente muy cómoda en su plató.

Dejo aquí unas fotografías con la presentación d mi libro «MEMORIAS DE UNA CORISTA», Luces y sombras de las Varietés. Y el vídeo programa número 169, emitido el 10 de mayo de 2022.

Dos maletas y una pensión

Fragmento del capítulo 01 Lentejuelas, plumas y tacones.

Dos maletas y una pensión.

Viajamos durante toda la noche a Zaragoza para las fiestas de El Pilar. Estaba conociendo mundo, sólo había ido de vacaciones a Cambrils con mi familia, y a Madrid con la academia cuando lo del concurso de televisión Gente Joven. No había tenido tiempo de hacer turismo en Alicante ni Cartagena. El callejear, había consistido en el camino del hostal al teatro. Aquella fecha era la culminación de todas las giras en las grandes fiestas municipales en el país y eso suponía una gran dificultad para encontrar habitación en Zaragoza, ciudad que amo con todos los contrastes y experiencias que me ha ofrecido, intermitentemente, a lo largo de los años.

Jamás olvidaré la primera visión, cruzando el Paseo Independencia, medio despertando en el lado izquierdo, acurrucada entre dos asientos, al alba. Bajar del autocar en la acera, en la esquina de la calle Coso con la calle Mártires, a la entrada del Tubo, arrastrando, literalmente, un par de maletas, una de ellas, siempre conocida como la de “por-si-acaso”, con cosas imprescindibles que rara vez usé, mientras el aire me daba una bofetada de fritura caliente, olor a alcantarillas y orines antes de encontrarme con que no tenía habitación. Los bailarines y yo misma, todavía metida en esa fase de “haz lo que vieres”, pasamos de hostales sencillos y pulcros a pensiones a cuál peor por dos razones básicas: la imposibilidad de encontrar precios económicos y la necesidad de ahorrar. Al final de la gira, comprendí que aquella incertidumbre era inherente a la profesión, la cara menos amable de conciliar la vocación y la seguridad que todos queremos. No tenía tiempo de pensar en el después. Por mí habría continuado “en fuga” de Barcelona un par de años más. Si hubo un presente totalmente focalizado en mi carrera, fue ese. No podía prever ni planear, sólo aprender y disfrutarlo.

Llegué a una pensión cuyas ventanas daban a la misma fachada de El Plata, con un par de compañeras expertas en las giras. Tenían en su agenda una lista completa de alojamientos con sus precios anotados al margen. Todos se colocaron rápido por la reserva, mientras yo solicitaba, ya no una habitación individual, una simple cama libre, a ser posible, limpia y que no se hundiera. De allí me enviaron a otra pensión unas calles más atrás. Y a otra. Y a otra. Finalmente, ya bien entrada la mañana, con sueño y cierta desazón, o tal y como acostumbro a expresar, con «burbujas en la cabeza», hambre y flojera, me ofrecieron de vuelta a la calle Mártires, subiendo por una escalera oscura y húmeda, una habitación a compartir con una señora de un pueblo de Soria que tenía a su hija paralítica en el hospital. Estaba cansada de dar vueltas y ante el riesgo de quedarme sin nada, acepté dormir con una desconocida en la habitación más fría y fea de las que aún me quedarían por conocer en nuestro país. Una cama, al menos, donde dormir mínimamente confiada. Costaba 300 pesetas al día.

El olor era nauseabundo, una mezcla de guiso rancio y agua de fregar suelos. Al caminar, las baldosas, ennegrecidas y rotas, se levantaban emitiendo leves crujidos que bien podrían ser efectos de una película de terror. La ventana, con su cruz de madera carcomida, daba a un patio donde había basura y decenas de gatos enfadados, maullando y peleándose constantemente. Al asomarme, tratando de respirar aire fresco, fue peor. Los gatos dejaron por un momento sus trifulcas y se quedaron mirándome, acechantes. Como colofón, las cucarachas.

En cada función me olvidaba de la pensión, pero al regresar la añoranza de cosas sencillas, a las que antes no había dado importancia, era constante. Como el sol que se colaba en mi casa desde buena mañana y que a aquel lugar, horrendo y enmohecido, no llegaba jamás. La comodidad de la lavadora en la galería del bloque Tagamanent de la Cooperativa de Viviendas Montseny, por donde subía hasta mi habitación el aroma de los detergentes y de la ropa tendida de cada piso. No vi lavanderías. Podía pagar por una colada compartida con otra gente, pero eso no me agradaba. A duras penas podía lavar lo indispensable y dejarlo secar en la habitación o en el camerino. ¡El baño!, imprescindible. Si quería ducharme con agua caliente, debía pagar un extra de 50 pesetas diarias por adelantado. La patrona no se fiaba. Encendía el calentador vigilando lo que tardabas y volvía a apagarlo. No coincidí con los demás huéspedes de aquel tétrico lugar. Bien podrían ser fantasmas, delincuentes, militares, vendedores, según intuía, prostitutas…; nunca lo supe. Más de una vez tuve que apostarme en mi puerta, correr antes de que alguien pudiera adelantarse. No salía a la calle con el pelo sucio y sin ducharme aunque me costase levantarme más pronto y hacer guardia.

Alguna noche, al terminar, tampoco tenía ganas de vagar con los compañeros. No bebía ni una cerveza y a veces la onda no era la misma. Tenía que llegar salva desde el teatro Fleta hasta la portería. Me cruzaba con algún hombre de andar torcido que miraba aún más torcido. Entraba en la habitación a oscuras para no molestar so pena de no poder comprobar si alguna cucaracha tenía planes de intimar en mis sábanas raídas. La señora de Soria se despertaba y me preguntaba si estaba bien, me contaba las cuitas de su hija en el hospital, desconsolada pero serena, ya que tampoco ese día había recibido respuesta de la carta que había enviado a la reina Sofía pidiendo ayuda. No sabía qué decirle, era difícil animarla. Ya de niña, la esperanza no me pareció un consuelo, más bien una demora, en general engañosa, creía, un parche puesto a lo inevitable.

En mi habitación de casa, mientras fantaseaba escuchando musicales de cine con un simple cassette, me hice experta en levantar y mantener libre de asaltos enemigos mis castillos en el aire. No conocí el desánimo. En comparación, en el último momento antes de caer rendida en aquella pensión, mi pequeña radio, ahogada bajo la almohada, traía sonidos muy distintos para tantas inquietudes y sueños por cumplir. Un sinfín de emisoras incomprensibles, en árabe, que me causaban una sensación de vacío y extrañeza. Viajera en mi país —como si fuese otro desconocido— en aquella primera peripecia. Creando mi propia realidad, prácticamente abducida en otro mundo en el que me iba adentrando sin darme cuenta a gran velocidad.

Detrás de las puertas de las habitaciones, y a través de alguna ventana entreabierta, los días laborables se mezclaban diferentes emisoras con aquel ruido metálico que me hacía perder la noción del tiempo y, no lo negaré, querer volver a casa. El decorado, la banda sonora, no daban pie precisamente a un comienzo glorioso —nadie prometió que lo fuese, y en cierto modo hubiera sido raro—. Estaba inmersa en mi propio desafío y las desilusiones no iban a sumarse a aquella mezcla de voces y música imposibles de armonizar, junto al espeluznante maullido de los gatos y el crujido de las baldosas, o a saber —no quería enterarme—, si de alguna cucaracha aplastada. El domingo por la mañana, sin embargo, aquella Babel hertziana daba paso a otro tipo de ambientación. Los viajantes masculinos se adueñaban del baño, uno tras otro. Se afeitaban parsimoniosamente, silbando, y mientras corría el agua del grifo con aquellos golpecitos de las maquinillas en el lavabo, se oía el transistor, uno sólo, casi con alivio. El liviano rumor de fondo se iba colando, despertándonos. El ambiente de la pensión rozaba aquello ya reconocido que me producía a la vez repulsa y curiosidad por lo novedoso y novelesco. Lo sórdido. Aún sueño, a veces, con esas escaleras tétricas y el cuarto que me enfrentara a la verdad de las coristas y no a sus sueños.

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Introducción a mi aventura de escritora

De niña decía que sería princesa, escritora y bióloga marina. Me hice bailarina de espectáculo, contra todo pronóstico, pues no era la más graciosa, ni la más mona ni la protagonista de festejo alguno. Siempre, en el colegio y mi madre, me animaron a escribir, aunque no pasé de un digno VI Premio del concurso nacional de Coca-Cola y algún regalito de concurso de redacción en clase.

Y al poco, con sólo 16 años, fui artista de profesión. Con un carnet sindical y permiso paterno expedido en el juzgado, para recorrer los pueblos de Catalunya, en las celebraciones de las Fiestas Mayores con un ballet de moderno surgido de la academia en mi barrio, Sant Martí en Barcelona.

Así comenzó mi elección, que no una opción.

Escribí durante los años 90, en el semanario Salou Setmana y también en El faro de Salou. Eran cortas columnas sin pretensiones, donde vertía infinidad de inquietudes y abordaba temas dispares. Mi agradecimiento a Ramón Lamas y Mª Luisa Molinero, por publicarme.

Esta es la introducción de mi libro. Una declaración de intenciones. Ahora que he vivido todo lo que cuento y no cuento, con la pasión que me caracteriza, ha llegado el momento de plasmar la intensidad de aquel tiempo como hice bailando, actuando, creando, imaginando y dirigiendo fantasías. Escribiendo.

MEMORIAS DE UNA CORISTA Carolina Figueras Pijuan D3

Antes de comenzar el relato, advierto de su absoluta veracidad. Cuento con que el lector se sienta tentado, pero no debería someter mi historia, en primera persona, a su mera interpretación. Aunque comparto la tendencia kantiana de “ver las cosas según como somos y no como son”, idea que popularizó Anaïs Nin, no hay oportunidad para las segundas versiones. Abro mi corazón y libero mis recuerdos, a sabiendas de que escribir es, como refiere Sánchez-Dragó, un acto de samurái. Escribo sin acritud y sin intención de perjudicar a los que aquí se vean retratados o reconocidos. Algunas de las personas acompañantes en un tramo del camino ya no viven y otras son muy ajenas a mi existencia. Constato la gratitud en la descripción, que es sentida y evidente.

No regalo justificación, ni muestro flaqueza en apelar a la responsabilidad de quienes pudieron elegir qué clase de persona y compañero ser. Siempre tenemos la posibilidad de prever el efecto de nuestras acciones. Me mueve el amor a mi profesión. No me baso en cotilleos con los que promover descrédito a este oficio, su historia y sus gentes, aunque de vez en cuando aparezca basura escondida debajo de la alfombra roja. Sucede en cualquier ámbito. Lo que menciono es un punto más en la línea de acontecimientos que completan el dibujo final.

Estoy convencida de la vida que elegí y que me ha permitido toda suerte de intensidad, curiosidades y variedad de emociones. El detalle, un tanto diabólico, reside y resiste en el paso del tiempo que ha puesto en orden todos estos capítulos, aunque no ha conseguido darle sentido a lo que no lo tuvo.

Sin conflicto, no hay conocimiento; sin dificultad, no hay argumento. Es la historia de una superviviente, resilente, con o sin oportunidades, con o sin fama, éxito, comprensión o empatía. El desconcierto y la belleza del caos de una trabajadora del espectáculo. Sin nostalgia.

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