Marian Nadal

Marian Nadal, es una de las pocas artistas que saben cantar, declamar y bailar con una rica formación no solo en Zaragoza, en España. Se le llama vedette y se patea los pueblos haga calor o frío, pero en realidad es una promotora cultural capaz de mover a las instituciones para motivar a diversos segmentos de la población. Estar en Aragón la beneficia pues si residiera en Catalunya se encontraría palos cargados de prejuicios en las ruedas de su buen hacer.

Aquí recogemos el lamento de los artistas con solera, que ven como su sustento y toda una vida profesional se diluyen ante la gratuidad de los concursos de talentos en televisión y los actos de aficionados en las fiestas mayores. La escuela de los comediantes de carretera y manta se acaba. La falta de fórmulas en directo que atrapen al público y lo arranquen de las garras virtuales, convierte en alto riesgo económico cualquier iniciativa que supere un elenco de 5 personas. El artista que se autoproduce ha dejado de tener sueños caros para aferrarse a la supervivencia indispensable. Las productoras teatrales juegan a ser Broadway pagando sueldos indignos. Los artistas, muchos, oficialmente en el umbral de pobreza se pasean en las alfombras rojas exhibiendo sonrisas y trajes prestados por esa oportunidad de hacerse ver, como se describe en el fabuloso tema de Stephen Sondheim: “I’m still here” (1971), la existencia de picos y valles del artista, que bien puede aplicarse a cualquier persona en cualquier situación laboral. Todos a demostrar que seguimos aquí a veces con caviar beluga, otras con pan y cebolla. Para quienes hemos contado las monedas en tiempos de descalabros y deudas de compañías en gira, eso significa ‘de profesión casting’, ustedes también pasan pruebas aunque no se pongan delante de un foco. Alguien pretende su puesto. Se trata de conquistar y permanecer porque para que tu triunfes tu amigo tiene que fracasar. Los veteranos afrontan una jubilación precaria y los jóvenes llenan la nevera con empleos para los que no se han preparado. Si la economía y el bienestar son el retrato de la sociedad, la proyección artística es su radiografía.

Marian, enseña a otras mujeres a desatar el gusanillo. Ha sido comisaria de exposiciones. Es una compañera que conozco desde 1988 aproximadamente. A pesar de la distancia que impone este trabajo, he comprobado su evolución tanto personal como artística y solamente me queda aplaudirla. La considero una amiga, ya que en aquellos tiempos del Oasis de Zaragoza no pudimos intimar más.

Una persona confiable a quien puedo abrir el corazón sin que me lo coman crudo y sería raro que yo me equivocara con esa percepción.

Marian Nadal hace honor a la estirpe familiar, sobrina de Alfonso Nadal, (protagonista en Jesucristo Superstar y en The Rocky Horror Show por poner dos ejemplos) bellezón, carismático artista a quien consideré en aquellos años como otra persona confiable, pues siempre me dijo cosas por mi bien y me trató exquisitamente desde que nuestro querido Javier de Campos nos presentara estando de gira en 1986 con ‘Una noche con Bibi’, en Bilbao si mal no recuerdo.

Si por mi fuera, y estuviéramos más cerca, la tendría a mi lado aunque sabemos que estamos la una para la otra. En esta profesión es raro que dos mujeres se unan. Las dos tenemos claro que rodearse de los mejores es una señal a tener en cuenta. Los mejores plantean cuestiones y aportan generosamente. Hacen las cosas fáciles y con todo el derecho a pasear su Ego, saben ponerlo a disposición del bien común.

Los artistas así son los nuevos revolucionarios y a pesar de mucho dueto de videoclip, obra de teatro de tándem genial y montaje con equipo fabuloso, sabemos que no es tan fácil encontrarlos y menos distinguir el producto comercial de lo auténtico.

Ha sido un placer escribir sobre Marian, aunque quien la conoce ya lo sabe. El tema aquí está en saber reconocer sus valores. Una mirada así, lo dice todo. Suerte la mía.